miércoles, 19 de enero de 2022

El (excesivo) optimismo de la visión exterior de Juan Carlos Holguín hacia España

El pasado 11 de enero el recientemente nombrado Canciller de Ecuador, Juan Carlos Holguín, afirmó para la agencia EFE que contemplaba a España como un país clave para representar la “voz de Latinoamérica” en la Unión Europea, y apostaba por estrechar las relaciones bilaterales entre Quito y Madrid. Al mismo tiempo señalaba a la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB) como institución que podía potenciar la perspectiva iberoamericana de los países de la región.

Las palabras del máximo responsable de los asuntos exteriores de Ecuador fueron muy criticados en redes sociales, al punto de ser vistos como cercanos a las concepciones de la Iberosfera defendidos por sectores de la extrema derecha española. Sin embargo es necesario hacer una reflexión desde perspectivas más amplias para comprender el porqué de este pronunciamiento del canciller y, sobre todo, si es posible adoptar la postura indicada por Holguín.

Un punto de partida innegable es la existencia de unos fuertes lazos históricos, lingüísticos y culturales entre España y Latinoamérica que se han ahondado con las oleadas de migración que se sucedieron a finales del siglo XX e inicios del XXI, al punto que se asiste en no pocas ciudades de América Latina a un nuevo encuentro con España en la gastronomía o algunas costumbres, por ejemplo.

No obstante lo anterior, en el ámbito político no podemos decir lo mismo. España es uno de los países con mayores intereses en Latinoamérica pero, paradójicamente, carece desde hace algunos años de una política clara hacia ella. Esto se deriva de cuestiones meramente internas a la planificación de la política exterior española. La primera es la progresiva europeización de la acción exterior de Madrid, lógica si tenemos en cuenta que las dificultades por las que España pasó con crisis económica iniciada 2008 se pudo solventar con ayuda de la Unión Europea y el Banco Central Europeo; pero también del papel que España quiere jugar en el escenario europeo, especialmente luego de la salida de Reino Unido. La segunda es precisamente la crisis económica, que obligó a España a poner toda su atención en salir de ella y, como se acaba de comentar, ello hizo que toda su diplomacia se centrase en obtener ayuda de la UE. Y de hecho esto mismo acaba de suceder con los fondos comunitarios para la reactivación económica post pandemia: España ha sido el primer socio comunitario en ver aprobado su plan económico por Bruselas y en recibir un primer tramo de financiación de dicho programa económico europeo.

La ausencia de una política exterior clara hacia América Latina reside también en cierto alejamiento o desinterés de Madrid hacia la región, y aquí operan dos cuestiones. Una es la polarización que se vivió -y que aún está presente- en el continente a raíz de la situación política en Venezuela con la revolución bolivariana de Chávez y continuada por Maduro. Esto tuvo como resultado una fragmentación política del continente que hacía -y hace- complicado articular una relación multilateral para Madrid que tenga un camino claro. La otra cuestión es que esa polarización regional se trasladó a la política doméstica española, especialmente con el ascenso al poder del gobierno de coalición entre Partido Socialista y Unidas Podemos. Se generó un “efecto espejo”: la derecha conservadora y liberal (PP) y la extrema derecha (VOX) reproducían mensajes de alarma ante la cercanía de Unidas Podemos a los líderes latinoamericanos de la izquierda del siglo XXI, con el fin de erosionar al gobierno coaligado. De esta forma el enfrentamiento político interno afecta a la política exterior hacia Latinoamérica.

Por todo esto, cabría poner en duda el papel de España como vocero de los intereses de Latinoamérica en la UE como defiende Holguín, pues está más centrado en los suyos propios. No obstante, a nivel bilateral hay que reconocerle al canciller que puede tiene sentido pensar en España de forma estratégica. La cuestión de la exención de visados Shengen para ecuatorianos -al igual que ya lo tienen peruanos y colombianos, todos miembros del Acuerdo Multipartes- es una de las prioridades para Quito desde hace al menos un lustro. Para lograr que Bruselas dé el visto bueno a la medida es vital que España le de su respaldo, aunque no se debe olvidar que las decisiones en el seno comunitario dependen mucho de la posición francogermana y del resto de socios. No obstante, el tema visados es delicado para España pues podría facilitar el flujo de migración que, nuevamente, se ha activado como consecuencia de la crisis postcovid que ha afectado de forma especial a Ecuador. También cobra sentido si se contempla la intención clara del ejecutivo de Carondelet de impulsar la atracción de IED hacia el país, y España es uno de los países con potencial para hacerlo; máxime teniendo en cuenta su amplia presencia en otros países de la región (México, Chile, Colombia, Brasil) en los sectores bancario, energético y de obras públicas.

Dicho lo anterior, el nuevo canciller debería tomar más perspectiva de la trayectoria de España hacia Latinoamérica y hacia Ecuador específicamente, y también de las dinámicas de la política exterior española para no hacer consideraciones tan determinantes sobre una acción exterior, la española, que no tiene muy en claro qué quiere de América Latina ni de Ecuador pero sí qué necesita para sí misma y el papel que quiere jugar en la UE en función de sus necesidades e intereses.

Bibliografía consultada: 

Del Arenal, Celestino (2014) América Latina, un escenario difícil para España. Revista Electrónica Iberoamericana 8(2), pp. 5-10. Disponible en http://www.urjc.es/ceib/ 

VV.AA (2021). Agenda Exterior: España y América Latina. Revista Política Exterior, 3 de junio. Disponible en https://www.politicaexterior.com/agenda-exterior-espana-y-america-latina/

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